Dilemas:



Entre el dilema de los necios y los altaneros, nos observábamos frente a frente, pensando si algún día nos liberaremos de ese silencio inconsciente.

¿Cómo librarnos de aquel deseo ardiente que nos convierte en adeptos?

Atenidos a malestares tradicionales, malintencionados, por querer hablar. Que nos sujetan a los verbos, ¡imponentes!, ¡indecentes! Dolorosamente impuestos en las reflexiones propias.

¿Cuál es ese deseo perspicaz que nos mantiene adscritos, en el desorientado dilema entre el insensato y el soberbio?

Ese que cuando nos alejamos de ellos, revelamos la razón de imponer un vacío en los versos propios.

¡Apartémonos de los juicios impertinentes! Aunque no siempre podremos huir de la crítica del prójimo, es importante mostrar que todo criterio debe ser cuestionado, sobre todo aquellos versos de juicios ciegos.

Y cuando la mudez deje de compartirse como juramentos, solo ese día conversaremos sobre lo que intentó mantenernos en el acto del silencio.

MD. 

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